domingo, 11 de septiembre de 2011

Soledad II

Al llegar a mi casa, unas agrias carcajadas me recibieron cual trompetas a un rey. Al parecer, el miedo ya se le había pasado.

Sabía lo que había hecho, y sabía como usarlo en mi contra. Quería excitarse con mi dolor y mi culpa. Y yo le di la oportunidad.

- Mírate – me dijo, esbozando aquella fea sonrisa. ¡Como la odiaba! –. ¿Ves a lo que me refiero? Ella no te va a querer porque estas jodido. ¡Eres un maldito asesino!

Rió.
Me dirigí corriendo a mi habitación. Me corté y me astillé las manos y las rodillas al tropezar unas cuantas veces, pero no me di cuenta. Solo quería escapar de aquella  aparición. Al llegar a mi cuarto me tendí en el suelo, en posición fetal, y hable solo, como un  loco. La hable a la oscuridad de todas las incoherencias que maquinaba mi mente. Le hable de cómo odiaba oír los gemidos de aquella cosa que se hacia llamar Soledad al llegar al orgasmo. Y le hable de Rosa.

Rosa, la chica que era mi salvación. Que era mi condena. La que hacia que la soledad fuera una tortura, como estar acompañado.

Llegue a la cafetería una media hora antes de la cita.

Me sentí raro. Como si no fuera mi vida, como si fuera una película. El hecho de haber destrozado mi casa me pareció impersonal. No me importaba nada ya. Era como si me hubieran llenado con hielo el interior. De hecho, ni me importaba Rosa.  Solo tenía mi mente enfocada en el odio que le tenía a Soledad. La odiaba, pero el hecho de querer amar a Rosa no ayudaba mucho a olvidar ese odio. De hecho aquel pensamiento dilapidaba mi pequeña añoranza.

Amar a Rosa. Suena tan raro. El amor no ha sido algo muy común en mí, al menos el amor hacia una mujer. Como ya he escrito, las mujeres me recordaban a mi madre o a Mónica, así como a otras mujeres. Aunque me sorprendí al descubrir que me esforzaba por concentrarme en mi madre cuando pensaba en Rosa.

Curioso, ¿no?

-Hola – saludo cansinamente una voz a mis espaldas.

Era Rosa. Se veía igual de guapa que siempre, a pesar que en mi mente, mi madre decía que era una cualquiera. Rosa se veía terriblemente cansada. Sus ojos se veían hinchados y ojerosos. Y su rostro se veía pálido. Pero de hecho ese aspecto triste y cansado le favorecía mucho.

Salude con un leve asentimiento. Ella se inclinó hacia a mi y me abrazó. Y yo también la abracé.

-¿Cómo estas? – preguntó casi con voz de susurro.

Me encogí de hombros, como queriendo decir “Pues bueno, ¿que te puedo decir?”.

-¡Dios mío!, ¿Qué te pasó en las manos?

-Nada – conteste desganadamente, contemplando su sincera preocupación. Hecho esto bajé la vista y quité las manos de la mesa.

-…, me preocupas. Solo…

- ¿Quieres un café?

Sin darle tiempo de contestar, llamé a la camarera. Pedí un cappuccino y un late. Cuando se fue la mesera, no volví la vista hacia Rosa. Voltee hacia la ventana, viendo a los transeúntes caminando como hormigas. Ella se resignó. Quedo callada, mientras sus manos jugueteaban desinteresadamente con una azucarera.

El silencio se rompió cuando la camarera regresó con los dos cafés. Rosa agradeció cuando le entregaron el suyo.
Yo no dije nada.

- Se como te sientes – dijo quedamente. Su precioso rostro denotaba preocupación
–. Yo también he perdido a un ser querido.

Sin voltear la mirada, pensé que ella era una idiota. Si de verdad fuera la Muerte de mi abuelo era lo que me aquejaba…

Pero, en sí, no estaba alejada de la realidad. Me reproche por haberle dicho idiota, aun si fue en mi fuero interno.

- Conozco también la soledad que esto conlleva. Se que te puede volver loco. Lo que puedes hacer…

Entonces voltee y la vi a los ojos. Y la admire. Bajo la tenue luz del interior, sus ojos se veían preciosos. Refulgían como ámbar en la sombra, y tenían un brillo verde a contra luz. Su cabello ondulado, era de un castaño tan claro que amenazaba con volverse pelirrojo oscuro. Su rostro, pálido y cansado a causa de ignotas angustias, se veía diez veces más bello.

Al ver eso, los prejuicios y las voces interiores cesaron instantáneamente.

Rió ligeramente y añadió:

- Se lo que es estar solo, sin nadie con quien pasar el rato, ¿no? Se que al final nada parece que tener sentido, pero no…

Rió de nuevo, mientras una ligera lágrima le surcaba el rostro. Extendió una mano sobre la mesa, en dirección a mí.

- He estado sola todo este tiempo, pero sin ti me doy cuenta de que me duele estar sola… - Extendí mi mano y tome la suya. La encontré cálida y nerviosa.

- Los solitarios con los solitarios. Matemáticas, ¿no? – su celestial risa lleno la cafetería. Aunque sonó algo quebrada, fue sincera – Así pues… ya no estaremos llenos de miedo… solos…

“- Acechados, querrás decir – me dije en el interior”.

La miré a los ojos. Al no oír una respuesta, su rostro se lleno de decepción. No es que mi respuesta fuera negativa, solo que no sabia que decir. Pero la frase surgió, casi sin pensarlo.

-Te amo, Rosa…

Sonrió. Su rostro se iluminó, restándole un poco de belleza; pero era como quitarle un puñado de arena a una playa.

-Y yo a ti…

Nos levantamos al mismo tiempo. Nos juntamos. Nos abrazamos, yo por su cintura, ella por mi nuca. Y nos besamos, saboreando el sabor agridulce de nuestras lagrimas. No nos importó que los demás clientes nos vieran como un par de cursis melosos. A la mierda con ellos

Ese fue mi primer beso. Después de veintiocho años, ese fue mi primer beso. Y fue lo más bello que me pasó junto con Rosa. En ese momento, olvide que la soledad era mi mas grande adicción, fuera o no placentera. Olvide a los cabrones de mis padres, y las voces acusadoras de mi mente cerraron mi boca. Irónicamente, atrapado en los brazos de Rosa me sentía libre.

Pero por desgracia, “la lluvia llega para nublar al más brillante sol”.

-A las viejas hay que hacerlas sufrir pa’que aprendan, porque… – Dijo mi padre mientras exhalaba un trago potente de alcohol.

-Los hombres son unos haraganes, pendejos buenos para nada. ¿Por qué debí parir a un hombre…? – agregó mi madre, con voz de buitre.

-Estas bien feo, ¿A quien podrías gustarle? – dijo con voz estúpida Ariadna. Una voz solo reservada solo para gente de su “status”. Voz algo terrible.

-¿Qué te traes idiota, eh? Mejor vete a coger  a tu madre, idiota sin-amor -. Exclamó con su maldita voz de robot, Hugo, el come-gatos.

Voces, y más voces. Pero había una, la más ominosa, que llenaba todos los espacios.

-¡Te esta usando, estúpido! – Exclamó fúrica Soledad - ¡Te va a exprimir, y cuando ya no tengas jugo te botará! Mejor vuelve conmigo. Aquí estarás seguro, a salvo del jodido mundo. Nadie te provocara dolor, ni te usará… ven… ven… ¡Ven!

-¿Que pasa? – preguntó alarmada Rosa, cuando me separé bruscamente de ella y contempló mi gesto de dolor.

Quería explotar. Quería agachar la cabeza, hundirla en su pecho y rogarle que me ayudara a librarme del pasado. Quería decirle que la amaba, otra vez. Quería abrazarla fuerte, para sentirme libre de nuevo. Quería besarla y dejar todo a la mierda. Quería decirle que no era cierto, que no creía que ella me abandonaría… pero…

En ese momento, las voces me parecieron muy convincentes.

-Perdón… - dije con voz clara.
De mi billetera extraje un billete de cincuenta y lo dejé en la mesa. Acto seguido me le acerque y la besé en la comisura de los labios fugazmente. Ella no lo regresó, quizás por la incredulidad. Después de eso, salí de la cafetería raudamente, sin voltear. Y ella no me siguió.

En la casa me sentí seguro.

En un rincón oscuro, me sentía a gusto, alejado de la luz del amor. Pero no paso mucho tiempo para que las voces regresaran, y mas enérgicas que nunca.

Soledad se burlaba de mí por ser un cobarde. Y en efecto me sentía un cobarde.

Tenía a Rosa clavada en mi mente y en mi corazón, como un arpón. Pero no podía salir, por miedo a que me destrozara el corazón, como todos los demás lo habían hecho.

Deje de ir a clase. Durante una semana, la mayoría del tiempo me la pasé en mi cama, acostado, soportando las voces pacientemente, siendo o muy listo o muy pendejo y cobarde como para desobedecerlas. Ahí tenía mi seguridad.
Casi no comía. Me bañe solo una vez, aunque solo deje que corriera el agua sobre mí, sin lavarme con jabón. No limpie la casa, que seguía hecha una mierda, desde que tuve mi primer tiempo muerto.

El teléfono sonó como loco durante los primeros dos días, y nunca conteste. Luego, los siguientes tres días, tocaron a mi puerta insistentemente. El ruido me irritaba, pero no tanto como las voces.
Afuera se oía la voz de Eduardo, mi vecino y Rosa. Ambos se oían preocupados. Cuando oía que Eduardo o Rosa iban a llamar a una ambulancia, yo gritaba desde mi recamara que estaba bien, y que me dejaran en paz.

Quería ver a Rosa, pero me aterrorizaba que Soledad tuviera razón, que solo me estaba utilizando y me botaría como cascara de huevo. Quería decirle a Rosa cuanto la amaba y la extrañaba, pero una sensación de resentimiento me invadía.

“No importa, de todas formas me va a dejar”.

No me importaba si estaba en lo cierto o no. Había perdido la razón.

Oí como deslizaba papeles o algo así debajo de mi puerta. En total dejó cinco notas. Notas que jamás vi, solo hasta que terminó la semana. Solo hasta que perdí el miedo, al menos de momento.

- Gracias a Dios… - dijo Rosa cuando su enojo se esfumó y lo sustituyó un profundo alivio.

El domingo le abrí la puerta, después de debatir arduamente conmigo y con las voces. Ella ya llevaba afuera cuatro horas, tocando como loca el timbre. Y se había enfadado mucho. Pero supe que debajo del enojo había preocupación, y debajo de esta había amor. Me sentí de repente un maldito. Así que me quite el polvo y por fin me decidí a abrirle. Después de todo, esa semana ella nunca me abandonó

Rosa se abalanzó sobre mí, y al ser disipado su enojo, me cubrió la cara con besos. Y yo hice lo mismo. En ese momento, creo que no se percató que la casa era una zona de guerra. Todo estaba muy oscuro, y el sol casi se ocultaba en el horizonte.

- Perdóname… - rogué con voz pastosa, pero Rosa me hizo callar con un beso.

- Te perdono todo lo que quieras, pero dime que te pasa – Su rostro, bajo la tenue luz se veía sereno, casi soñoliento. En su voz había un tono de preocupación muy notorio. La amé más por eso.

Cerré la puerta, sumiéndonos a ambos en la oscuridad. Acto seguido, encendí la luz. En su cara se dibujo un gesto de incredulidad y sorpresa al ver mi casa.

Ella pronunció mi nombre con un susurro lastimero, mientras me rodeaba la cintura y me abrazaba.

Y yo no aguante más.

Con mi cabeza sobre su hombro, lloré casi diez minutos seguidos. Creo que ella también lloró. Los solitarios se habían reunido de nuevo, unidos por su terco amor. Y las voces, de nuevo, habían cesado. ¡Habían cesado!

Después de un rato, nos separamos un poco, nos contemplamos directamente a los ojos, y después nos besamos. Nos besamos lo que me parecieron siglos. Al final, la conduje con cuidado a través de los escombros de mi casa y la lleve a mi cuarto. Ya ahí, a media luz, nos besamos y nos acariciamos. No se cuantas veces nos dijimos mutuamente que nos amábamos. Entre caricias nos despojamos de algunas prendas, pero no hicimos el amor. Creo que el coctel de emociones de esa semana nos debilitó de sobremanera. Pero con o sin ese detalle, fue algo maravilloso. Sin darnos cuenta ya estábamos dormidos, profundamente dormidos. Los dos abrazados.

Esa noche dormí como nunca. Soledad no apareció, al igual que sus acompañantes. Y por un momento, con toda la razón del mundo, creí que la única seguridad que podría obtener a partir de ahora era en los brazos de mi amada Rosa.
Acurrucado en su pecho. Con mis brazos sobre sus caderas.

Por fin, aunque solo fue una noche, me sentí pleno. Completo.

Nunca se sabe lo que a uno le depara. Solo te das cuenta cuando estas ya en lo mas profundo del asunto. Y siempre es demasiado tarde.

Stephen King lo llama “Ka”; yo lo llamo mierda.

Y todo comenzó casi como un cuento de hadas, que al final se vuelve la más atroz y ominosa obra de algún autor loco.

“Erase una vez…”

Rosa  iba casi todos los días a mi casa. Y Soledad, en esos tiempos, jamás se apareció.

Mi cordura se equilibraba, en medida que el aspecto de mi casa mejoraba. Ella me ayudo a limpiarlo, y por ese gesto le ame más de lo que ya la amaba.
Pero en las rutinas de limpieza notaba algo extraño en ella. Era algo que la hacia bajar la mirada cuando yo la miraba. Era algo que la hacia titubear cuando estaba a punto de decirme algo. Algo delicado. Era algo que la volvía recelosa conmigo.

Podría jurar que eso era miedo.

“Eso no importa, pensé; ella esta conmigo, y eso es lo importante”.

“A la larga importara, dijo una voz en mi cabeza”.

Me sorprendí al darme cuenta que esa voz era la mía.

Se que actúo raro a veces, pero lo peor reside en que no se cuando lo hago.

Rosa  me amaba, pero a veces no me comprendía.

Tengo hábitos, como todos en este mundo, solo que los míos son poco comunes o convencionales. Creo que Rosa se percató de eso, como era de esperarse. Cuando se tiene pareja, la intimidad se trastorna a ver pantis con boxers en la ropa recién lavada y tener un armario dividido, por ejemplo. Y los hábitos más que nada.

Las semanas en que Rosa vivió en mi departamento fueron tensas, al menos para ella; supongo que por el hecho de que siempre he sido un bicho raro, o quizá por el hecho de que a veces ambos perdíamos la cabeza. Pero es que, ¡Dios!, ¿uno no puede hablar solo durante un par de horas en la tranquilidad de su casa sin que le digan que tiene que ir a un psicólogo? ¿Uno no puede mirar la tele por horas y horas y desvelarse mientras espera impacientemente a Morfeo? ¿Uno no puede soltar las amargas lágrimas que aun le escosen en el alma a plena luz de la luna?

Se que ella se preocupaba por mi pero tacharme de loco es demasiado. Yo la amo, pero llegue al punto de no soportarla.

Al principio todo fue normal. Nos acariciábamos, besábamos, e incluso hicimos el amor un par de veces. Pero gradualmente, como una rana dentro de una olla que se calienta poco a poco, la situación fue agravándose sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
Comenzamos a discutir por cualquier tontería, pero ella era la que siempre comenzaba, ¿o no? Por el momento no es relevante. Llegamos al punto en que nos gritábamos como histéricos, por que ella no aguantaba mi recién descubierta faceta – según ella -, y yo no soportaba que me tachara de un maldito enfermo mental. La tenia a mi lado, y eso me ayudaba a lidiar con los demonios de antaño y con las pesadillas. Su amor era lo única cosa que necesitaba, pero ahora se que también necesitaba comprensión. ¡Por dios, no estaba loco!

Pero a ella no el importó. Después de siete semanas – cuatro placenteras y tres infernales – viviendo en mi casa, ella decidió terminar con el noviazgo mas raro que jamás hubiera tenido. Y lo peor era que al irse, ella lucia un feo moretón en el pómulo, que me recordaba al que mi madre lució en mi puta fiesta de nueve años. No recuerdo haberle hecho eso, pero ella argumentaba que seria demasiado estupida si ella se lo hubiera hecho sola. Su sarcasmo me rasgó el alma. Le rogué que no se fuera, pero ella no me escuchó. Su dulce amor se había fermentado en odio ácido. Le dije que lo sentía demasiado – de verdad – pero solo se limito a decirme que no me denunciaría a las autoridades, pero que no podía volver conmigo. Ella lloraba, y yo también, pero había tomado una decisión. Y la filosa hoja de la puerta rebanó su existencia de la mía.

Cuando se fue, una voz potente hizo estallar mi tímpano.

- ¡Te lo dije, guapo! ¡Esa puta te iba a dejar! – dijo Soledad desde las sombras.

Estallé, derribando cosas y rompiendo cristales. Mi sangre se derramaba por el suelo.

Al terminar, fui a mi cuarto para resguardarme de las potentes e infernales carcajadas. Leí las cartas que Rosa, otrora, me había escrito, diciendo que me amaba, se preocupaba por mi, bla bla bla. En ese momento descubrí que el amor es un bastardo que tiene ese  afán de juntar tornillos con sacapuntas y tuercas con lápices, por el simple afán de ver sufrir a la gente.
Pero descubrí que el amor no es tal cosa. Es solo miedo a la Soledad

Como castigo y distracción, comencé a cortarme como cerdo el brazo izquierdo, con el que según Rosa la había golpeado. Raro, porque soy derecho. Y así, la sangre paso a ser parte de las cartas, como la tinta derramada por un poeta maldito en la ultima y más desesperante luna de su vida.

- Hola – dije tranquilamente, mientras una sonrisa me surcaba los labios.

Cuando Rosa me dejó, me fui directo al infierno. Soledad me acosaba con sus amenazas e insultos todo el maldito día. Me volví adicto a rebanarme los brazos con navajas y exactos. Creo que me volví también adicto a los analgésicos y antibióticos. En el yeso de las paredes comencé a escribir como alma en pena la historia romántica de Rosa y yo. También escribí cuanto lo sentía y que no estaba loco. En mi cuarto hice un retrato de ella. Dibujar siempre se me dio bien, pero el realismo de mi creación me volvía loco. Era como tenerla ahí, con mirada acusadora. Hablaba y hablaba por horas con el retrato. Deje de rasurarme o cortarme el cabello. Me bañaba, porque el hedor a sudor me recordaba al bastardo de mi padre. Ven, no estaba loco.

Ese tipo de sarcasmo siempre me anima.

Al cabo de unas semanas, cuando casi cumplía los veintinueve, senté cabeza. La única manera de mandar todo a la mierda era afrontándolo. Y sabía como hacerlo.

- ¡¿Qué haces aquí?! – grito horrorizada Rosa, mientras su maleta caía al suelo.

Antes, ella había entrado por la puerta y la había cerrado con llave, por el hecho de que era ya de noche. Entre las sombras, ella se había dirigido a la cocina, donde la aguardaba. Al encender la luz, ella recibió la más grande sorpresa de su vida.

Deje a Midas, el gato de Rosa, en el suelo y me dirigí raudamente hacia ella. Para mi fortuna ella se quedo paralizada. Mis manos se aferraron a su espalda en un abrazo asesino. Sentí su calor y su cuerpo al temblar. Mis ojos se posaban en los suyos, que tenían una mirada de extrema incredulidad y brillaban con un precioso y lagrimal brillo ámbar. Su cara estaba sin una sola gota de maquillaje, ¡Dios, que bello era su rostro cuando estaba aterrorizada!

- No sabes cuanto te extrañe – le susurre al oído a la chica.

- ¿Cómo entraste? ¿Qué pasó con Carlos? – pregunto ella con voz queda y desfallecida.

(Carlos: Dícese del amigo que cuidaba la casa y al gato de Rosa mientras esta salía de viaje.)

- Lo mate

- ¿Qué? – Ella comenzó a forcejear.

- No es cierto – le dije, mientras reía y aflojaba a mi presa -. Le dije que nos habíamos reconciliado y que yo cuidaría tu departamento. Si, lo se, que idiota, ¿no? Te lo dije, no estoy loco.

La trate de besar en la boca, pero ella me mordió el labio y me pisó al mismo tiempo. Se dirigió velozmente a la puerta, tratando de insertar la llave para poder escapar. Yo me compuse de las lesiones recibidas. Sangraba de la boca, pero no era serio. Me dirigí de nuevo hacia ella, solo que en vez de abrazarla de nuevo, la tire en el piso. Me frustraba el hecho de que no quisiera hablar conmigo, y peor, que me rechazara.

Me abalancé sobre ella. Mis manos se aferraban de cualquier parte de su cuerpo para evitar que se fuera. Las de ella me querían rasguñar la cara o destrozarme los testículos para escapar.
Fue en ese momento que comenzó a gritar. No me gustaba que gritara; me hacia doler la cabeza. No quería que gritara, quería que me sonriera, quería que me besara y que me dijera que me amaba. Quería sentirme de nuevo él de antes.

Quiero pensar que la hice callar a besos, pero eso no lo recuerdo ni puedo decir que pasó. Solo puedo recordar sus gritos de horror. Y su rostro, que ya no era bello, sino que el miedo le habían fundido su belleza. Y recuerdo su perfume, dulce, que contrastaba con la dantesca escena. Y recuerdo mis manos, que se dirigieron de su pecho hasta su cuello, como dogales. Y recuerdo la
obscuridad que me cegó.

Y después de eso, no recuerdo nada.

Recordar estas cosas me trae a la mente oscuros y supersticiosos miedos.

Escribir se ha vuelto mi condena, como un grillete, pero también se ha vuelto mi única forma de redención.

Recordar es un infierno, pero no me puedo quejar. Si quiero liberarme de él, tengo que recorrerlo de buena gana. Y aun así tengo un buen trecho de infierno que debo de recorrer.

Pero incluso en el infierno uno tiene que descansar. Perdón por no seguir, pero estoy agotado. Y ella no me deja en paz. Con suerte lograre dormir un poco.

Buenas noches.


4, 5, 10 y 11 de septiembre 2011   J.B.

lunes, 22 de agosto de 2011

La chica de la Pintura

       Alberto era un gran pintor egresado de la escuela de artes plásticas, terminó la carrera como el mejor alumno de la promoción, con altas notas y reconocimientos por parte de todos sus profesores, entre sus obras había hermosos paisajes naturales en los que plasmada de una manera asombrosa la belleza del lugar, retratos de personas con una precisión que incluso Da Vinci envidiaría, lo que destacaba cuando de cuadros propios se trataba, que incluso se convirtió en su firma personal era el hecho de que en todos aparecían mujeres muertas de forma sádica, dichas eran mujeres hermosas lo cual resaltaba dentro de sus cuadros. Durante una rueda de prensa un periodista tuvo la osadía de preguntarle el por qué de las mujeres en sus cuadros, a lo que Alberto le contestó.

-Cuando yo era apenas un niño de apenas 11 años de edad, vivía en una gran casa cerca del bosque, cierto día mientras estaba con mi hermana mayor de apenas dieciocho años, irrumpieron en mi hogar cinco personas encapuchadas, mi hermana solo logró meterme a una pequeña alacena que se encontraba debajo de las escaleras principales, ese día todos los domésticos y trabajadores de la casa se encontraban fuera, ya que ese día partiríamos con mi padre y mi madre al campo, a una pequeña cabaña que teníamos cerca de un rio, a mi padre se le hizo tarde en la oficina, y al tomarnos por sorpresa los tipos encapuchados, mi hermana me metió a empujones a la pequeña habitación diciéndome -Esto es solo un juego, para ganar te tienes que quedar aquí dentro hasta que ya no aguantes mas sin importar nada tienes que quedarte aquí-.

Dentro de aquel lugar, imperaba la oscuridad, solo entraba un rayo de luz por una rendija que me permitía ver el vestíbulo.

“Un hombre, al parecer el líder, abofeteó a mi madre y le preguntó que donde estaba lo acordado, mi madre con sollozos solo le decía que no tenía idea de lo que le preguntaba, el sujeto ya harto le dijo
–a ver si esto le regresa la memoria-, prosiguió desnudando a mi hermana mientras otros dos sujetos la sujetaban violando a mi hermana con brutalidad, esta al no poder hacer nada solo le gritaba que parara, que no siguiera, aun recuerdo las palabras exactas que se repetía una y otra vez.
–Esto solo es una pesadilla despertare en cualquier momento, esto solo es una pesadilla…-, mientras uno de los sujetos de una patada sofocó el habla de mi hermana dejando sus pulmones sin aire, el otro tipo le decía
–Calla perra y mejor disfruta del momento-
Mi madre hecha un mar de llanto se desmoronaba y les rogaba dejaran a su hija pues solo era una jovencita que no había hecho nada para hacer eso, el hombre irritado sacó un arma por debajo de su abrigo y disparó sin ton ni son sobre el cuerpo de mi hermana, el cuerpo sin vida cayó al suelo dejando un gran charco de sangre el sujeto se subió el pantalón y le dijo a mi madre,

-Quizá no lo merecían, pero le servirá de escarmiento a tu marido, para que se dé cuenta que nosotros no nos andamos con juegos-
terminando su breve discurso apunto el arma a la frente de mi madre jalo del gatillo y así arranco cruelmente la vida de la mujer más importante para mí.

Solo era un niño y vi frente a mí como violaban a mi hermana y como a ella y a mi madre las asesinaban, ¿Qué podía hacer?, solo salí del lugar en el que me encontraba, me recosté entre los dos cuerpos bañados en sangre y me quede dormido hasta que el sonido del mercedes de mi padre logró despertarme, corrí en dirección a él –Papá papá, mamá y Sofía se han ido-, le grité, mi padre me dijo que me quedara dentro del carro y corriendo entró a la casa, ya no supe que paso ese día, quede profundamente dormido y desperté en casa de unos tíos.

El tiempo transcurrió y yo no supe si todo había sido un sueño o algo parecido, jamás supe de mi padre, entre a la academia de arte a petición de mis tíos, un año antes de terminar la carrera se me comunicó que mi padre se había suicidado dos días después de la matanza en la casa, no le di tanta importancia y continúe centrándome en lo que me gustaba… el arte.

Desde entonces cada vez que pinto algo venido de mi mente tiene que haber siempre una imagen parecida”.

Esa fue la pregunta más personal que se le hizo al joven pintor esa noche, Alberto continuó perturbado por el cuestionamiento del periodista toda la madrugada de ese día y del siguiente, y en la búsqueda de un auto encuentro, llego a la cabaña donde se suponía iría con su familia ese trágico día. Como era común, llevaba un caballete, pinturas al oleo, pinceles y un bastidor, se dedico todo un día y una noche a dibujar.

Terminó su cuadro y se dio cuenta que ese era un cuadro diferente, se encontraba plasmado un paisaje nocturno, una luna llena postrada en lo más alto del oscuro cielo estrellado, con nubes claras y alargadas una que otra tapando la luz que llegaba a la tierra de la luna, estrellas que resaltaban aun con las nubes, un paisaje boscoso con frondosos árboles, un riachuelo al lado de una cabaña, un paisaje sumamente hipnotizante, al verlo con mayor atención se dio cuenta que el paisaje en si era la vista de la casa desde una ángulo que el ya la había visto, pero había un algo que la hacía mágica, y también se encontraba entre los árboles una figura de mujer, a diferencia de todas sus demás pinturas, esta se encontraba viva llena de un resplandor místico y embriagador, una mujer de piel blanca, rubia pero no tan clara, una mujer hermosa a la cual no se le podía ver bien su cara por la lejanía que aparentaba en la pintura, pero algo que destacaba aun con el efecto era la hermosura de sus ojos color avellana. Albertoo al verla supo que era de sus mejores obras, ahora se dirigió a su dormitorio a descansar, dejando la pintura sobre el caballete para que se secasen los oleos.

Pasaron 4 días y un guardia forestal encontró el inerte cuerpo de Alberto en la cabaña, degollado sin ojos y sin lengua, la sangre ya se había secado pero dejo rastros por todos lados de la sádica escena que había ocurrido días atrás, no había arma homicida ni huellas ni rastros de otra persona, ni nada que ayudase a esclarecer el caso del pintor asesinado, lo único que había de evidencia era la pintura que aun se encontraba en el caballete de frente al artista que le había dado vida días atrás, al parecer el cuadro seguía igual, en lugar de la figura de la mujer, se encontraba una mancha blanca como si nadie hubiese pintado nada en ese lugar, no había siquiera rastro de pintura en ese hueco…


21-22 de agosto, 2011 JB

sábado, 13 de agosto de 2011

Matadero

       El  matadero es un lugar, donde se hacen  atrocidades con la carne.  Se rebana con brutalidad, y se da muerte a muchas almas. El matadero es el terror en sí.  Los niños caminan  hacia el matadero cuando saben que morirán. El matadero es donde  yacen  los más terribles miedos,  y la muerte misma. El matadero representa el dolor en todo el sentido de la palabra. Es el lugar donde  yace  el  sufrimiento,  y la realidad sobrepasa  a  la pesadilla. El matadero, es el fin de todo lo que conoces. Prepárate para encaminarte hacia el matadero, donde  todo culmina.


La noche era oscura y nublada. No se veían ni los astros ni las estrellas. A las afueras del campo, hace un  mes aproximadamente, se había alzado un  matadero. Pero los desagradables olores que surgían del edificio, pronto comenzaron a molestarle a la gente, quien inició protestas, hasta que el matadero fue cerrado. Y en los meses siguientes, comenzaron a aparecer extrañas historias, de desapariciones  de niños dentro del matadero abandonado. Grupos de jóvenes se internaban en el  lugar,  para quedarse hasta altas horas de la noche, o consumir drogas.  Pero no se les volvía a ver más,  por lo que la gente comenzó a creer que el  lugar estaba maldito. Y ya nadie se atrevía a entrar.

Recuerdo que caminaba por sobre la maleza, en los terrenos donde se ubicaba el matadero, cuando pasamos por el frente,  y mi grupo de amigos comenzaron a lanzarle piedras a las ventanas, tirándoles  abajo los  pocos  pedazos de vidrio que  les  quedaban.

Uno de ellos con  piedra en mano,  preguntó:
-¿Creen que de verdad el matadero está maldito?
-Pues ha habido desapariciones. Y eso está comprobado. Si  no está maldito, algo raro hay allí, respondió alguien. Una nueva piedra destrozó una de las últimas ventanas que quedaban.
-Debe ser  un lugar  asqueroso… Imagínense, carne descompuesta  por  todos  lugares.
-Pero también es un buen  lugar  para  pasar  desapercibido.  He oído  historias  que criminales se han escondido allí.
-¿Pero y de qué sirve si no salen  más del  lugar?
-Tienes razón.

De pronto, sentí una  inmensa  sed cuando  vi  a uno de los de mi grupo extraer  una botella de ron de su chaqueta. La destapó, y no tardé en pedirle que me alcanzara la botella, pero cuando  hizo esto, alguien  lo detuvo.
-Si quieres de esto, deberás  hacer  algo primero. Debes entrar al matadero.
-Vamos  no  bromees,  tengo bastante sed. Mi garganta está seca –respondí.
-¿Qué sucede? –Me  miró burlón- ¿Tienes miedo?
Le dirigí una mirada  de odio.
-Sabes muy bien, que no le temo a nada.
-¿Y si es así por qué no quieres ir?
Le arrebaté la botella de  un  manotazo. Sediento y furioso, la bebí en cuestión de segundos. Arrojé  lejos  la botella vacía, y me dirigí decidido hasta el edificio, mientras les decía:
-No se atrevan a venir  por  mí.  No le temo al matadero…
Distinguí como murmuraban  tras  mío. El ron había estado añejo, tal como me gustaba.

El lugar despedía un  olor  infernal. Me  tapé  las narices con la muñeca, mientras observaba  los alrededores.
 La forma en que mis amigos lo habían descrito, no estaba tan  lejos de la realidad. Había fétidos pedazos de carne descompuesta, en cantidad, esparcidos por las murallas. Las máquinas para desgarrar las carnes estaban sucias y manchadas en sangre, así como el suelo. Las sierras asesinas estaban detenidas, pero más afiladas que nunca. No había ni la más mínima luz, a excepción de la luz de la luna que entraba por la ventana.
 Recorrí el lugar a tientas varios minutos, hasta que en una esquina, distinguí unas velas depositadas en el suelo. Me incliné a recoger una, para iluminar mi camino, cuando distinguí unas cabezas de niños ensartadas en unos afilados palos. A pesar de mi eterna frialdad, no pude evitar sorprenderme. Para una persona normal, aquella imagen habría sido devastadora, le habría generado un trauma de por vida, sin duda. Iluminé los rostros de los niños con las velas. Estaban desfigurados, y la sangre de la herida en sus cuellos, donde el palo penetraba las carnes, estaba seca, como si hubieran sido mutilados hace un buen tiempo. Me alejé, escuchando gemidos y llantos de infantes. Supe de inmediato, que eran los espíritus de los niños que habían sido reducidos a cabezas decapitadas, los cuales sollozaban. Sin embargo, no temía. Recordaba un dicho que solía decir  la gente… “Témele más a los vivos que a los muertos” Muy cierto.

Llegué hasta un pasillo en la penumbra. Pero me abrí mi camino iluminando con la llama de la vela. Luego de avanzar varios metros, fueron apareciendo candelabros colgados a los muros, con varias velas sobre ellos. Tras mío, había oscuridad total. Estaba bien internado en el matadero, y si alguien aparecía tras mi espalda, no tenía por donde correr, debido a lo estrecho del pasillo. Pero a medida que continué avanzando, divisé una puerta a mi izquierda, color carmesí. La puerta me llevó a una habitación de aspecto ceremonial. Había un gran candelabro colgando del techo, cortinas sobre las murallas, y distintos cuadros abstractos de aspecto perturbador.
No tardé en  percatarme, de que había alguien más allí. En el centro de la habitación, había dos pequeños en estado lamentable, desprovistos de vestimenta, tenían la cabeza calva, y estaban en seria desnutrición, al punto de que se le lograban ver las costillas. Eran pequeños, como de la edad de cinco años, y tenían las manos ensangrentadas, al igual que sus bocas, pues comían un pedazo de carne cruda y ensangrentada del piso. Me acerqué disimuladamente. No se lograban  percatar  mi presencia, pues estaban ocupados con el trozo de carne. En el muro frente mío, había una especie de ranura. Desde allí, observé a un tipo de cuerpo grueso y bestial, vestido como carnicero, que les arrojaba más pedazos de carne a los pequeños, como si estuviese alimentando a sus mascotas. Los hambrientos pequeños se lanzaban desesperados al trozo de carne, y sus labios se tenían de rojo. Pero quien les arrojaba las carnes, pronto se percató de mi presencia. Su rostro estaba cubierto por una tela negra, y me apuntó con su mano cubierta por un guante manchado en sangre, en forma de amenaza, luego desapareció de la ranura. Me acerqué a uno de los pequeños, y le acaricié la cabeza. Aún así no se percataban de yo estaba ahí, entonces salí de la habitación.

Continué avanzando por el estrecho pasillo, iluminado por los candelabros. El tipo gigante con ropas de carnicero ya había advertido mi presencia, y me imaginé que quizás podría haber más personas en el matadero, pero todo me resultaba muy raro. ¿Qué hacía esa gente allí? Si es que se le podía llamar así. Aquellos dos pequeños que había visto en la habitación anterior, parecían animales maltratados, además de que en su piel se podían distinguir severas heridas, como producidas por algún látigo y torturas. Al final del pasillo, llegué hasta un espacioso cuarto del matadero. El lugar parecía inmenso. Me dirigí a una ventana, y por allí observé los campos, donde se reunía a las reses, que serían ejecutadas. Pero como el lugar había sido cerrado hace meses, esos campos ahora yacían solitarios, bajo la noche. En el cuarto que me encontraba ahora, apareció nuevamente el gigante deforme, tras mío. Sostenía un inmenso garrote con clavos  ensangrentados. Diversas manchas de sangre también manchaban su uniforme blancos de carnicero. Su cara estaban desfiguradas, y su piel era similar a la piel de los muertos. Caminó hacía mí con su inmenso cuerpo, y sus ojos no tenían siquiera pupila, pero su rostro llevaban una expresión de infinita furia pero a su vez de alegría como de haberme visto.  Divisé una puerta, e ingresé por ella rápidamente, mientras escuchaba  su feroz  rugido. No tardó en aparecer tras de mí nuevamente, y comencé a correr por mi vida, por diversos pasillos y habitaciones iluminadas por los candelabros y velas, que parecían estar distribuidos a lo largo de todo el matadero. Vi infinidad de niños más, algunos asegurados con gruesas cadenas, alimentándose de trozos de carne podrida, amarillenta. Luego, me encontré sin salida en una habitación. El  gigante volvió a aparecer. Había unas tablas cubriendo la muralla, la cual parecía desgastada. De una patada, derribé las tablas junto con la muralla, y surgió un nuevo camino ante  mí, y aparecí en una inmensa habitación, con una larga mesa ubicada al centro. Y en los asientos, yacían varias siluetas cubiertas por capuchas rojas, y cuernos que emergían de sus cabezas. Sus rostros eran cráneos de cabras, y sus ojos eran  rojos, como la sangre. Llegó hasta mi mente, la imagen de Satanás, el macho cabrío. Apenas estuve frente a ellos, todos me contemplaron. Uno de ellos, que parecía el líder, pues llevaba una capucha y cuernos que destacaban más que los demás, se levantó violentamente, me señaló y exclamó furioso palabras en una lengua desconocida. Ante su orden, todos se abalanzaron contra mí. Y a mis espaldas, apareció otra vez el gigante. Me vi perdido. Me sujetaron, y a la fuerza me condujeron fuera de la habitación. Me condujeron por más pasillos desconocidos, y comenzaba a sentir terror, por primera vez, demostrándome a mí mismo mi naturaleza humana. Por los pasillos que me conducían, sobre las murallas de estos mismos, habían cuerpos de niños sacrificados, desprovistos de su piel, y desfigurados horriblemente. Algunos incluso desmembrados. Sentí pánico cuando oí una sierra emitir su estruendo, y también varios gritos infantiles de dolor. Pensé que había llegado mi hora. Que me habrían de ejecutar, de la peor forma que hubiera podido imaginar. Sin embargo, divisé una ventana que se venía acercando. Cuando pasé por el lado de la ventana, retenido por mis verdugos, sin pensarlo demasiado, rompí los vidrios con mi cabeza, y me lancé fuera, desprendiéndome de los brazos que me sujetaban fuertemente. Vi como el suelo se acercaba a mi rostro, y sentí un tremendo golpe. Después sangre por todos lados, y perdí el conocimiento.

Pero por instinto quizás, desperté justo cuando el gigante venía a buscarme. Me había roto la mandíbula, y me sangraba horriblemente, pero ya me encontraba fuera del matadero, en los campos. Corrí a todo lo que daban mis piernas, el gigante extrajo una escopeta, y me disparó en la pierna. Caí, pero aún así luché por mi vida. Corrí, y corrí, más rápido que nunca, desafiando mi propio cuerpo. Cuando ya no pude más, me detuve, y apenas podía respirar. Miré hacia atrás, y me percaté de que ya nadie me seguía. Pero no descansé ni cinco segundos, y continué avanzando, pues debía resguardar mi vida. Después de mucho escapar, me encontré en el lugar donde había empezado, donde estaban mis amigos. Ya nadie estaba allí, las botellas de alcohol estaban tiradas en el suelo. A lo lejos escuché más escopetazos. El gigante de la escopeta, caminaba amenazante, y apretaba firmemente en su mano, unos cordeles de los cuales colgaban cabezas, que reconocí espantado. Eran las cabezas de mis amigos, y llevaban aún la expresión de agonía. El gigante dio unos cuantos más escopetazos al aire, y me apuntó. Pero corrí con todas las fuerzas que me quedaban, y lo perdí, hasta llegar a la seguridad del pueblo, cuando ya daba el alba, para no volver nunca más a aquellos lugares…

-¡Fin!

-¡Tío, la historia ha estado genial! –exclamó una de mis pequeñas  sobrinas deslumbrada.
-Que increíble, la historia es como si fueses tu el protagonista…  camisas cojo por tu herida en la pierna…-exclamó la otra.
-Si, y vistes!, Todas las herramientas que tienes en tu cuarto secreto…al que nunca dejas que entremos a jugar…

Suspiro profundamente y le acarició la cabeza  a una de ellas.
-He dicho… Que increíble son ustedes... Que increíble son los niños de hoy en día…

Creo que ya saben mucho…
-Y  Tío… ¿Qué sucedió con el matadero?
La verdad  mis queridas niñas… es que hace tiempo dejo de existir, pero esta noche parece será su nueva apertura…


JB. 12/08/2011

jueves, 11 de agosto de 2011

Mixta/Cartón


Lapiz/Papel


La parte triste de mi vida

        Mi única tarea  era todos los días levantarme y pensar, sentado allí... en la silla petisa. Todos los días era lo mismo. Siempre era igual. Calentaba agua para el café, y en la silla me sentaba una y otra vez. Pensaba... quizás en la tristeza, quizás en la vida... solo pensaba. Eso hacía.

No había cosa alguna que me motivara, todo era un suceso de hechos que, de alguna u otra manera, sucedían. Eso era lo que pasaba, era mi manera de ver la vida. Nunca sentí el deseo de que alguien llamara a la puerta, en el rancho de madera vieja. Ocurrió así un día, de los tantos por los que había pasado.

Abrí la puerta, dudé, pero logré hacerlo.
- ¿Cómo andas Jon?, ¿Qué me cuentas? –preguntó Javier.
- Nada nuevo… -contesté  con voz débil.
- Bueno… Mira! te vengo a traer este perro abandonado, lo encontré ayer en la puerta de mi casa… Yo no puedo cuidar de él. ¿Puedes tu hacerlo?

De verdad no me esperaba esto. No dudé en tenerlo, decidí cuidar de aquel perro de pelaje marrón oscuro y ojos color ámbar.
Tendí mi mano para saludar a Javier y enseguida cerré la puerta del rancho.
Miré al perro detenidamente y sintí que algo en común tenía con aquel ser abandonado.

No sabía que era. Me vi reflejado en aquel perro callejero; tanto, que sintí el fulgurante deseo de cuidar de ese animal.
En años  no había conseguido sonreír,  hoy si lo e  hecho... todo por un viejo perro vagabundo, que por cierto llamé Iron.

Meses pasaron desde aquella tarde lejana, hoy me  encuentro  tendido en la cama. Parece que la muerte se me avecina.
Me volteo hacia el perro, mi fiel amigo, y congelo la mirada. Por unos segundos creí sentir que aquella criatura había caído como un ángel del cielo... Lo acaricio y le digo al oído en voz silenciosa una frase que hacia ya tiempo no decía: TE QUIERO. En ese momento recordé ciertos momentos de mi triste vida.

Me doy cuenta que... este perro, que presencia los últimos momentos de mi vida, ha sido mi único amigo, mi única esperanza de vida.

llegó la hora...  y cesé de respirar...

Mi Locura

      Algo han de querer esos grillos que no dejan de cantar. Pero tú ni les hagas caso. Sigue pensando en lo que te dije, mi amor. No es que te apresure, pero has de estar incomoda así como estás. ¿ Es que acaso no viviríamos muy felices juntos? Sé que ahorita no me quieres, por algo ha de ser; pero con el tiempo me irías agarrando cariño. Si, no soy un monstruo... Así como me ves, humilde y medio loco, sé como tratar a una mujer. Sobre todo a una tan bonita. Mira nada mas que piernas tienes; redonditas y duras como piedra, del color del café con leche. No te asustes, sólo te estoy acariciando. Se nota que no me tienes confianza. No me pongas esa cara. No llores. ¿ Quieres decirme algo? Haber, espérame. Deja que te quite el trapo de la boca.

- Suéltame... por favor... suéltame...
- ¿ Vas a quedarte aquí conmigo?
- Déjame ir, por favor... no me hagas esto.

No mi amor. ¿ Por qué eres tan terca? Ya te dije que no te voy a soltar hasta que me digas que sí. Pero sigues muy alterada. Mejor te vuelvo a tapar la boca. Eso. No es que no me guste escuchar tu voz. Al contrario. Lo que pasa es que estás gritando mucho y puede que alguien te oiga. Lo dudo, porque este barrio está muy solo. Pero por si las dudas. ¿ Qué tal si viene la policía o esos señores de verde? Luego te llevan a esos cuartos fríos y oscuros donde te tratan como animal. Mejor ni pensarlo. Ahí te la pasas muy mal. Te lo digo por experiencia.

Los grillos siguen cantando. Han de estar peleándose por algo. Como nosotros mi amor. Aunque no sé por qué lo hacemos. Yo lo que quiero es hacerte feliz. Pero tú no me dejas. Siempre ha sido así. Desde que te conocí lo único que me has mostrado es indiferencia. A lo mejor ni te acuerdas del día en que te compré unas flores y te las llevé hasta tú salón de clases. Todos los que estaban ahí se rieron, hasta la maestra. Pero eso no me importó. Lo que me dolió es que tú también te rieras de mí. ¿ Por qué lo hiciste amor? Eran unas rosas muy bonitas. Si. Asi de bonitas como tu segundo nombre. Ni siquiera quisiste quedártelas. Ese día me decepcioné de ti.

Pero con todo te seguí queriendo. Te estuve vigilando sin que te enteraras. Cada día te ponías más bella. De verdad. Te fuiste haciendo mujer. Te salió carne donde antes no había nada. Como aquí en el pecho. ¿ Te molesta si te toco? Se siente calientito, como cuando pones la mano bajo el sol. Pero te decía: lo malo fue que con eso otros se fueron fijando en ti. Ya no sólo yo estaba rogando por que le hicieras caso. Fue entonces cuando apareció el tal Juan. Desde el principio me dio mala espina. ¿ Y ahora por qué lloras más fuerte? No me digas que lo extrañas. Porque va a pasar un tiempo antes de que puedas verlo otra vez.


¿ Quieres hablar de nuevo? Está bien:

- No tenías que hacerlo.
- Tienes razón amor. No había necesidad. Pero tú viste que él empezó a insultarme. Me gritó ¡ vete loco, vete! Y a mí nunca me ha gustado que me digan así.

- ¡ Pero por qué! ¿ Él qué te hizo ?
- ¿ Qué no te diste cuenta? Ese Juan sólo quería aprovecharse de ti. Quería quitarte lo virgen y eso yo no lo iba a permitir.

¿ Por qué te ríes? No sabes cuánto me molesta que hagas eso. Ahora si te voy a poner el trapo y no te lo voy a quitar hasta mañana. Ni te quejes. Es lo que ganas por ofenderme. A estas alturas ya deberías de saber que el que manda aquí soy yo. Estás a mi capricho. Si quiero te dejo vivir y si no te mato. Pero ni creas que te voy a dar ese gusto.

¿ Sabes qué me decidió a llevarte hasta acá? Por casualidad me encontré el otro día una carta que tú le enviaste. Estaba tirada en medio del patio de la escuela. mira, te la enseño:
Octubre 31

hola mi Juan eres lo mejor que tengo porque aparte de ser mi novio eres mi mejor amigo y mi soporte en esta vida de locos y estoy segura que también en la que vendrá por eso creo que me derrumbaría si no estas a mi lado por que contigo me siento bien y siento que ya nada ni nadie puede hacerme daño espero que seamos novios por mucho tiempo más y no sé tal vez hasta casarnos seria muy hermoso vivir contigo mi amorcito y tener dos hijitos o tal vez más

bueno mi vida me despido y te mando muchos besos te quiere: tu amada.

Cuando terminé de leerla sentí como la sangre se me revolvía. Fui a donde se reunían ustedes los viernes, allá por la plaza. Estaban tomados de la mano. Le dije a Juan que te soltara, que quería hablar contigo. Pero me ignoró como si yo fuera una piedra. Le insistí, y fue entonces cuándo empezó a gritarme ¡loco! ¡ loco ! ¡ loco ! Una y otra vez. Hasta que me desesperé. No pude resistirme... Así llegamos hasta este momento amor. En el que los grillos siguen cantando. No creo que te queden ganas de verlo otra vez. Pero si quieres te lo enseño. Está aqui junto. ¿ O te esperas hasta mañana ?

Soledad

        Esta noche estoy solo. Solo como tantas veces antes, y como tantas veces después. He sigo el elegido, o tal vez he sido el no elegido. !! que importa !!. Al menos seguiré contando para mi... Eso nadie puede quitarmelo..

 Yo sé quien soy, aunque no lo parezca.. he pasado mucho tiempo averiguandoló... Sé lo que quiero, y sé lo que no quiero... Conozco bién a donde deseo ir... Y aunque los caminos sean vidriosos.. Sé que llegaré....

 No creo en la seguiridad de las cosas materiales, ni de la historia personal.. Demasiadas pérdidas en mi vida, y demasiados cambios, me han convencido definitivamente que esa creencia está mal.. Lo que tienes, se puede evaporar en un instante.... Lo que crees ser, es una ilusión nada más... Una caricatura de ti, que nadie reconocera.... Cada quién te verá a su manera.... Para unos una maravilla, para otros, algo fatal.... Aunque no seas nada de eso en realidad... Y las opiniones hablen más de los que opinan... que de tu propia realidad.

 No me molesta estar solo. Puedo estar a gusto en mi soledad. Nadie que me diga lo que debo hacer o dejar de hacer... Lo que debo pensar o dejar de pensar... Lo que debo sentir, o no sentir jamás.... No hay formas ni límites en mi soledad.. Y si lo pienso un poco, detenidamente, tiene la forma de la libertad...

 Cada vez espero menos de la vida... El tiempo avinagra el vino y pudre el pán... Jardín que no se poda, en selva se convertirá.... No albergo grandes esperanzas.... Algunas pequeñas, quizás.... y no espero milagros..... Porque en medio de la vida, sé que soy uno más... Nada que destelle demasiado.... Nada especial.... Nada que Dios deba tener en cuenta de una manera exepcional.

 Si de algo estoy seguro, es de mi ignorancia... Todos los libros leidos más que respuestas, me han dado mucho por preguntar... de modo que he perdido mi orgullo, y no encuentro mi vanidad... Y a pesar de todo guardo en mi un corazón leal.

 Camino en las calles sin que me notes.... Un rostro olvidado entre tantos que ván.... Nada debo, a nadie tengo algo que cobrar.... Cuando saco mis cuentas internas.... Siento simplemente que estoy en paz...

 Quizás te parezca muy pobre.... pero tengo riquezas que no llegarías a imaginar.... De algún modo la vida me ha dado, una de arena y una de cal... y por cada lágrima llorada por poner mi corazón con toda sinceridad.... Me ha regalado una alegría.... Para que no pueda olvidar.

 Esta noche estoy solo.... Pero que poblada está mi soledad... Tengo tesoros guardados.... que ni toda la tristeza del mundo los podría arrebatar... Llevo guardadas en mi alma maravillas que ni siquiera la muerte me podría quitar...
Para muchas personas no valgo nada... Dá igual una menos o una más... Yo se quién soy.... Y eso no cambiará.... Se de donde vengo y a donde voy.... Se lo que quiero ..... Y lo que no quiero más... Un rostro desconocido en la multitud... Uno más.... Uno de tantos.... Una cara que ni se mira al pasar...

Detrás del Espejo

        Estoy solo en casa, casi a oscuras, leyendo un libro viejo y aburrido. Es posible que si hablara de otras cosas lo hubiera abandonado. Pero habla de los espejos, del mundo de los espejos, y ese es un tema que me obsesiona.

Estoy solo. Hace una semana que mi mujer me ha abandonado, una semana que falto de la oficina, que no abro la puerta a los que llaman, que no descuelgo el teléfono cuando suena, que no salgo a comprar comida, que me mantengo con lo poco que queda en el frigorífico. Siento que la basura se amontona, y que un olor húmedo y repugnante invade la casa. Pero no me importa el olor, ni la cama deshecha, ni las sábanas sucias, ni el picor de la barba en la cara. Le he dicho a la portera que no me moleste, que no me pasa nada, que estoy de vacaciones. De otra forma a lo mejor hubiera llamado a la policía. Supongo que en la oficina, hartos de llamar, me habrán mandado la carta de despido.

Así que estoy solo en la penumbra, a media voz.
–Huang-Ti, el Emperador Amarillo, extendió entonces su mirada, y el ruido de los tambores y el entrechocar de las armas cesó un momento, quedando como supendido en el aire denso que la sangre derramada llenaba de un olor perverso. El Emperador invocaba a Sang-Ti, el padre y señor de los dioses. A su conjuro los guerreros zurdos penetraron de nuevo por la puerta de cristal llevando con ellos los cuerpos sin vida de sus compañeros. Tras ellos, Yuan-Sih-Tien-Tsun, el Eterno, selló la puerta, y el espejo suprimió la silueta de los guerreros vencidos, para reflejar tan sólo la alegría de sus oponentes. Y la risa de Pu-Tai volvió a resonar para siempre.
El Emperador había devuelto la paz y la libertad a sus súbditos. Pero, tras la puerta de su cárcel de cristal, los guerreros zurdos, condenados a repetir los gestos de los hombres, esperan su despertar. Entonces, romperán el cristal y saldrán para aniquilar la raza que les hizo esclavos.

He cerrado el libro, y miro ahora la silueta zurda que desde el fondo del pasillo me observa amenazadora.
Podía haberme ahorrado la lectura. No me ha revelado nada que no supiera, que no hubiera presentido antes en mis últimas noches de insomnio.

Pero, al menos, me ha servido para corroborar mis pensamientos, para demostrarme que no estoy loco. Sé que tras el espejo se esconde un mundo distinto y hostil, un mundo en acecho, preparado a romper la puerta de cristal que nos separa y a caer sobre nosotros, sobre mí o sobre cualquiera.
Esa imagen que me mira es una simple burla que trata de parecérseme, un simple remedo sarcástico. Esos absurdos narcisos presumidos, que se pasan la vida frente al espejo, no saben que la imagen que ven no es la suya, que los gestos que hacen sonrientes son imitados burlonamente por los otros, por aquellos que se divierten reflejando lo opuesto a nosotros y a nuestros actos.

Yo, a lo largo de la semana, he tratado de combatirlos poco a poco, procurando no llamar su atención, lo que sin duda habría contribuído a irritarles, y quizás obligarles a adelantar sus planes, he intentado anularles, borrarles de mi vida. He ido despoblando mi casa de todos los espejos: las cornucopias del salón, el espejo del cuarto de baño, la luna del armario ropero de la alcoba. Todos, incluso los pequeños espejos de mano. Por eso no he podido afeitarme. Me tiembla el pulso y el solo el tacto del filo de la navaja me llenaría de pavor.

Al principio pensé en romperlos, pero en seguida comprendí que habría sido un terrible error. Todo el mundo sabe que romper un espejo es presagio de muerte. El mundo terrible que se esconde en ellos no desaparece, antes bien se multiplica con la ruptura. Pero, presiento que eso, con ser terrible, no es lo peor. Parte de ese mundo en ellos encerrado se libera, se escapa por las fisuras y cae sobre nosotros cargado de mortíferos deseos.
Levanto de nuevo los ojos, y en el fondo del pasillo hay una silueta zurda que me mira y se ríe. Noto en sus ojos la locura. Una locura homicida que se ríe de mi impotencia.

No he podido desprenderme de ese espejo, el último que me queda. Los chamarileros que se llevaron los otros, sin que les pidiera nada a cambio, no quisieron llevárselo. Era demasiado grande, demasiado pesado, la luna estaba estropeada, el marco rajado. Es seguro que los otros oyeron sus excusas. Desde el fondo del cristal pude oír sus risas de triunfo.

No sé qué impulso incontrolable me ha llevado frente al espejo, mientras el loco maldito que me observa continúa riéndose con carcajadas terribles que hieren mis oídos.
Tampoco sé lo que me impulsa ahora a golpearle, a chocar mis puños contra los suyos, cada vez con mayor violencia.

No lo sé, y no he debido hacerlo. El cristal se ha roto y sus cuchillos y lanzas, ahora liberados, penetran en mis muñecas y cortan mis venas. Siento que mi vida se escapa entre borbotones oscuros...

                                                                                                          JB
                                                                                                 22,23/05/2011

Entre Sombras

Titubeante me cubrí con las sabanas con olor a rosas y sangre arrojando hacia un lado el cadáver de mi amada que descansaba incompleto sobre el colchón… mientras, apartado… al otro lado de la habitación, se encontraba un pequeño mueble con un candelabro chorreante donde sujeta, estaba su mano putrefacta que emanaba un olor horrible al igual que el resto de su cuerpo sin vida…

 Veía a los gusanos consumir su carne mientras pasaban las semanas… pero no podía… no me atrevía a salir; él estaría esperando ahí tendría la oportunidad de matarme al igual como lo hizo con ella; a veces me miraba en el espejo de la pared y observaba mi cobardía… mi cuerpo enflaquecido por la falta de alimento en semanas pero… que podía hacer??

 Cada día era un gran dilema…

 Si salgo el me matara pero si me quedó moriré de hambre… Eran dos ideas que discutían en mis adentros…


Pasaron los días y se completo el mes… me desespere… había agotado todo el alimento dentro de la habitación… la pequeña planta en la ventana fue una buena fuente de energía; ya me había acostumbrado al olor de carne humana en descomposición pero el hambre seguía… se me paso la loca idea de comer el cadáver humano que me acompañaba no había idea mas estupida en ese momento pero… No queria morir… no podía morir; no debía!!! Tome su brazo y mordí la carne… no me atrevía a respirar… tragué suavemente y aunque mi mente no lo soportaba mi estomago sentía un gran alivio.

 Mi conciencia se destrozaba poco a poco, aun así seguía devorando la carne putrefacta, lagrimas salían de mis ojos… me detuve un momento a mover unos gusanos para seguir comiendo… su sabor era repugnante…

 Deje el brazo a un lado… me sentía un moustro me estaba comiendo a la mujer que tanto amaba!!!

 Los recuerdos de cómo la conocí… nuestra boda… las noches de verano cuando éramos uno solo… la muerte de nuestra hija…

¡Y ahora por mi cobardía! por mi temor a la muerte!!! Me la estaba comiendo!!! No lo soportaba tenia que salir de ese lugar de inmediato!!! Ese hombre no estaría allí esperándome!! Ya se habría ido!!!…



Me decidí… camine hacia la puerta y di la vuelta a la chirriante cerradura… El sonido de las bisagras oxidadas hizo que un gran escalofrió recorriera mi cuerpo…

Pero puede contemplar la hermosura del día por la ventana principal del pasillo; la cual cubierta de hiedra y bañada de sangre seca tenia un aspecto hermoso…
Me sentía seguro… voltee a ambos lados como al cruzar la calle, ustedes saben para tener cuidado con los carros o motos…

 Silencio absoluto la tranquilidad inundaba la casa y el aroma de las plantas húmedas por el roció de la mañana era como una caricia para mi olfato… la peste a cadáver había quedado atrás en la habitación allí todo era verde e iluminado hermosamente… el sabor de la carne humana había desaparecido poco a poco de mi boca ya que estaba demasiado distraído para prestarle atención… era muy fácil reiniciaría mi vida… limpiaría toda huella de sangre del pasado para comenzar con un nuevo futuro…

 Pero me precipite… al dar el primer paso hacia el pasillo la voz me llamo… mi alma salio de mi cuerpo disparada… un hacha voladora había cortado mi cuello y separado mi cabeza del resto de mi cuerpo…

 Y heme aquí en medio de los infiernos escribiendo en papel mi vieja historia… aquí… solo, entre sombras y oscuridad…

Sueño Ciclico

 ¿Qué?... ¿qué es esto?... ¿don... dónde estoy?

No se donde me encuentro, estoy mareado y todo está obscuro.

¿Dónde diablos estoy?, no... no veo nada... ¿porqué diablos no deja de llover? ¿qué... qué es ese sonido?

¡Hola!... ¿Hay alguien?  ¿Hola?... ¿hol... cae un rayo, estoy asustado. Diablos ja ja creo estoy asustado, A ver si avisas ja ja, empiezo a tantear la pared en busca de un interruptor.

Nuevamente escucho el susurro y, al girar, cae otro rayo pero... esta vez, no me asuste por el rayo sino que, con la luz provocada por el mismo rayo, vi un cuerpo... un cuerpo colgado.

Rápidamente voy a verlo y, lo que daba antes por un susurro, era en realidad... era la voz del hombre que decia:

"Ayúdame... por... por favor... ayúdame..."

Intenté descolgarlo pero, como yo pensaba, no estaba colgado de una soga, así que creí que estaría colgado en un gancho que estaría en la pared.

De repente escucho como si un vidrio se rompiera, luego un sonido de puñalada y de pronto un bulto que cae.

Poco a poco, me voy acostumbrando a la luz y veo que el hombre está tirado en el piso con un pedazo de espejo en su cuello.

Finalmente encuentro el interruptor pero, despues de varios y varios intentos fallidos, no encendía.

Maldita sea... y ahora ¿qué hago?...  ¿qué es eso?

veo una ventana... me acerco a ella y me doy cuenta que estoy en un edificio alto, en el antepenúltimo piso y la ventana da a un callejon... quizás, si tiro el cadáver, nadie lo encontraría.

Levanto el cadáver, le saco el pedazo de espejo que tenía y lo arrojo por la ventana al mismo tiempo que deja de llover... ya está... está en el suelo... ahora debo salir de aquí.

Intento abrir la puerta principal pero está cerrada con llave... por alguna razón me urge ver por la ventana...

¡¿Pero que demonios?!... ¡es imposible!

El cadáver ya no estaba, por la impresión retrocedo y tropiezo con algo es... ¡UNA PERSONA! busco el pedazo de vidrio pero ya no está, miro hacia un armario y el espejo ya no está roto...

-¡¿Qué demonios está pasando aquí?!

En ese momento siento como un empujón que me hace chocar contra la pared... no podía moverme luego veo que la persona que estaba tirada se levanta, intenté pedirle ayuda pero, no podia hablar muy bien, por lo que solo pude susurrar al mismo tiempo que empieza a llover.

"¿Hola?... ¿hay alquien?"

Me quedé paralizado... ¿esa persona era yo? gracias a un rayo reacciono e intento hablarle de nuevo, él gira y, gracias a otro rayo pudo verme y corrió hacia mí y le dije:

Ayúdame... por... por favor... ayúdame...

Él intentó de todas maneras ayudarme mientras que vi en el espejo una figura que se reía de mí... luego el espejo se rompe y una parte de el se enzarta en mi cuello... pero... no estoy muerto... si paralizado... pero no muerto... ¿como podía ser?

Quedé tirado en el suelo un largo rato hasta que él me levanta, me saca el pedazo de espejo, lo deja en el suelo y me arroja por la ventana al mismo tiempo que deja de llover y... aquí estóy... cayendo al vacío... tengo miedo... mucho miedo... unas gotas de lágrimas se desprenden de mis ojos hasta que mi cabeza toca el suelo...

Minutos después me despierto y digo:

-¿Qué?... ¿qué es esto?... ¿don... dónde estoy?

No se donde me encuentro, estoy mareado y todo está obscuro... ¡ hola...! ¿hay alguién?..

Caminos Inciertos

Abruptos senderos, hoy los recuerdo,
en ese pasado, hoy tan lejano,
tan plagado, de inciertos caminos...
Sin tiempo futuro, recuerdo esos dias.

Años inciertos, en que dos destinos...
Trazar un camino, nunca supimos,
así mutuamente, nos destrozamos...
Eso sí, solo eso, lo hicimos.

Llenarnos de heridas, eso logramos...
Y daño hacernos, a mas no poder,
eso fue, lo que juntos hallamos...
A veces queriendo, o quizás sin querer.

Caminos inciertos, que juntos hicimos,
muertos senderos, los dos transitamos,
obstáculos, piedras, nadie los puso...
obstáculos, piedras, nosotros pusimos.

Tristezas y dichas, jamás compartimos,
apoyarse en el otro, nunca quisimos...
Así el tiempo, nos fue devorando...
Quedando los dos, en inciertos caminos.

Transitados momentos, breves caricias,
y largos caminos, llenos de angustias,
fueron pocas y breves, nuestras delicias,
y largos los días, dos almas tan mustias.

Culpables los dos, nosotros, lo hicimos...
El amor lo borramos, ni vestigios quedó,
ceder, nunca pensamos y nunca quisimos...
Y tu amor se fue yendo, así se borró.

Amor juvenil, nostalgias perdidas...
Senderos de dudas, con caminos abiertos...
Así se te fue...Quizás nuestra vida...
Marchándose fue, por caminos inciertos.

Todo es Ritmo

¿Te  gusta la música?, sabes a mi tambien, se te hace dificil vivir sin tu ipod al agual que a mi...
 “Te amo”. (Todo es el ritmo). Hoy me pongo a mirar al techo, con algo de alice in chains al fondo y todo lo comparo con el ritmo, quizás el tuyo mas agitado que el mio, aunque la diferencia musical sea distinta, solo escucho el sonido y te invito a que tu también lo hagas...

“Escucha el sonido”. Recuerdas la primera vez, en tu casa, en tu cuarto, despues de estar en el sofá.
Si escuchas el sonido y te dejas llevar por el ritmo recordaraz que la primera vez fue en el cuarto lejano de estudiante universitario. algo así como ocho, nueve de la noche y ya estabas húmeda.
Ahora, es tan sencillo; ahora que está fuera de tu vida.
Simplemente,es la soledad que no se lleva bien con ella.

JB

Lapiz/papel


OH DIOS!

¿Qué es la vida?, ¿Qué es la vida Dios?, debería de estar felíz como tu lo estás, pero hoy la vida es desgano, soy un aragano e imbecil... es mejor callar..., para que no me miren.

La Mano

  Había visto muchas veces aquella hermosa mujer, siempre jugueteaba con ella en las tardes lluviosas de otoño, y mientras el viento lacerante soplaba en la calle, yo acariciaba con suavidad la mano, su mano.
Su piel era tan suave, pálida y aterciopelada, y me pasaba horas recorriendo las líneas de la palma o el contorno de las venas con la punta de mis dedos. En ocasiones la cubría totalmente, y la besaba, porque sabía que le gustaba, mis labios no dejaban de humedecer los estilizados dedos y toda la mano.
Era simplemente ella, y ahora mismo la recuerdo sentado en esta celda.

Me viene a la mente como si todavía la tuviera, y solo con recordar su piel, oh su piel , me estremezco, pero aquí no puedo pensar. Ya no sé que va a ser de mí, porque aunque estoy condenado a muerte ya estoy muerto, pues sin ella, no soy nada, y me diluyo coma el viento en la mañana. Como la lluvia en el desierto.
No soy nada. Si por algo más que un amor, otros como yo mataron, y destruyeron, y realizaron actos de increíble crueldad, ¿qué no haría yo por ella, por volver acariciarla, por volver a rozar su delgada y delicada mano?

Pero... ya lo hice, y por ello me pudro en esta oscuridad malsana.
Mi vida no tiene sentido, y escribo estas últimas palabras en la sucia pared de mi celda, como el incompleto testamento de un hombre enamorado. ¡Pero Dios!, te pregunto, ¿Es pecado amar a una mujer, y asesinar por tenerla?, Ya se acercan los carceleros y ya llega mi hora...me reuniré con la mujer a la que corté la mano y asesiné solo por amor...por su mano...la mano...

Ojalá y acabe pronto

¿He comprendido?.... ¿porque me cuesta tanto comprender?... ¡Oh!, cuando estuve solo con ella afuera rumoreaban la lluvia y el mar, y el viento gemía en su habitación... di un golpe en la mesa, tan clara me iluminó la verdad un instante.... Durante veinte y siete años he llamado la muerte al día que comenzará dentro de tres hora, y en mí, muy profundamente... había algo que siempre supo que no podría abandonar a esta mujer... ¡No hubiera podido morir después de esta medianoche... sin embargo, así debe ocurrir!, Yo no la hubiese rechazado cuando se hubiera presentado... pero ella se dirigió ante todos, porque tenía que obedecer a lo que yo sabía y creía... ¿He sido yo mismo quien ha llamado la muerte a tu camita, te he matado yo, mi pequeño y delgado amor? ¡Ah, las palabras son burdas y míseras para hablar de cosas tan delicadas, misteriosas!

¡Adiós, adiós! Quizá yo encuentre allí afuera una idea, un algo de ti... Pues mira... la manecilla del reloj avanza, y la lámpara que ilumina tu dulce carita no tardará en apagarse. Mantengo tu mano, pequeña y fría, y espero... Pronto se acercará ella a mí, y yo no haré más que asentir con la cabeza y cerrar los ojos, cuando la oiga decir:

...Es mejor que acabemos pronto...

JB

Creyones/Cartulina


Creyones/Cartulina


Realidad o Coincidencia

Camino por mi camino... mi camino es una ruta con un solo carril.. el mío... A mi izquierda, un muro separa mi camino del camino de alguien que transita a mi lado, De vez en cuando en esta pared inmensa veo un agujero, una ventana, una hendidura… Un dia, .mientras camino veo aparecer del otro lado del muro una figura que transita a mi ritmo en mi misma dirección.. La miro... es una mujer hermosa.

Ella me mira... La vuelvo a mirar, le sonrío, me sonríe...Un momento después, ella sigue su camino y yo me apuro... En la siguiente ventana me detengo un minuto… Cuando ella llega, nos miramos a través de la ventana, del agujero… le digo con señas lo mucho que me gusta... Me contesta con gestos…creo que me entiende…y continúo mi camino... Empiezo a correr con la vista clavada en el muro, de pronto la veo, está esperándome… le hago un gesto, ella me devuelve un beso en el aire y sigo caminando y la vuelvo a ver.

Es ella todo lo que necesito... Quiero pasar al otro lado del muro… pero la puerta es muy estrecha, paso una mano, paso un hombro, hundo un poco el estómago, me retuerzo un poquito sobre mí mismo, casi consigo pasar mi cabeza… pero mi oreja derecha se atasca, empujo... No hay forma, no pasa, no puedo usar mi mano para retorcerla, porque no podría poner ni un dedo allí... No hay espacio suficiente para pasar con mi oreja... tengo que tomar una decisión (porque mi amada me espera ) (porque es la mujer con la que soñé toda mi vida) saco una navaja del bolsillo y de un solo tajo rápido, me atrevo a darme un corte en la oreja para que que mi cabeza pase por la puerta... y lo consigo... mi cabeza pasa.

Pero ahora tengo el hombro el que se queda atascado... La puerta no tiene la forma de mi cuerpo... hago fuerza... Mi mano y mi cuerpo han pasado, pero mi otro hombro y mi brazo …no pasan... Ya nada me importa así que, tomo impulso y fuerzo mi paso por la puerta… Ya casi estoy al otro lado. Justo cuando estoy a punto de terminar de pasar, me doy cuenta que mi pie derecho se ha quedado enganchado al otro lado. Por mucho que me esfuerzo no consigo pasar, no hay forma... estoy casi al alcance de mi amada…así que agarro un hacha y apretando los dientes, doy el golpe y desprendo la pierna.

Ensangrentado a saltos apoyado en el hacha y con el brazo desarticulado, con una oreja y una pierna menos. me encuentro con mi amada... aquí estoy... Por fin he pasado, Me mirastes, te miré, me enamoré... he pagado todos los precios por tí... Todo vale la pena en el amor y la guerra, no importan los sacrificios, valían la pena si era para encontrarse contigo mi amada.

Ella lo mira mientras se le escapa una mueca... así no, así no quiero…

... a mi me gustabas entero...

Mi Fín...

Ante la pregunta si era su murte o mi suicidio?... creo ya encontre una respuesta... definitivamente es mi SUICIDIO.
Hoy es miercolees, un lindo día, para acabar con mis llantos, para dejar de sguir mendigando migajas que no me darán...
ya que despues me dirán que las pagaré con engaños y traiciones... hoy es el día especial para soltar una sonrisa, fingir cordur,  bueno realmente el cuerdo pareciera ser yo... hoy es un día especial para demostrar que mis vicios, a lo que siempre llamo vicio no acabarán con su vida, pero al final ella misma será exclava de ellos...
Sitarles poemas a una pared, decirle y demostrarle a una roca cuanto la quieres ya no sirve de nada, por siempre seré un cliente de los miles defectos...
Porfín sonreiré a los borrachos que lisojean sus aventuras, besaré a mi perrita en la boca...
Tomaré pildoras hasta que sienta mi corazón estallar, me recostaré haciendo algo que me encanta... dibujaré hasta ya no poder tu imagen con mi dedo, saludaré a mis tontos vecinos con mucha amabilidad, besare a mi madre, mi padre y mis hermanas, me gustaria regalar todas las margaritas a una sola persona... y darle un beso como cuando nos conocimos...
Pediré disculpas a mis conocidos, y a mis dos únicos grandes amigos, quemaré los recuerdos de mi vida pasada... aunque mi cambio fué radical muchas personas lo pudierón notar... menos ella en realidad...
Solo pienso que al morir dejaré de ser un idiota... es la única solución,  al morir dejare todas mis verguenzas, pero por siempre seré un mentiroso y un ladrón...
Cada noche muero, sin duda alguna cada noche muero, soy presa de este vacio en mi interior...
esta maldita garganta anudada, que acada recuerdo me hace llorar...ya no me da pena decirlo, nunca me dió pena...
los poemas de amor se rompierón en mi, donde mi musa era ella y un poquito de rock and roll... ! DISCULPEN! alguién toca a mi puerta...ya vuelvo...
ok no era nadie importante... solo mi sombra que queria acompañarme...
acaba de llegar triste porque una vez más fué pisoteada por decir la verdad... por ser realista o simplemente opinar...
está llorando porque desde temprano quizo estar conmigo, pero sin duda alguna aún guardaba esperanzas...
en confesión...
yo tambien lloro porque pareciera lo perdi todo en mi vida... así se siente...
soy un maldito recolector de sueños que parecierón ajenos...
me asfixian todas las historias que ahora hablen de amor, que son tan pateticas como las canciones de Arjona...
mi soledad me llevo a mis vicios, y mis vicios a la muerte...
todos ahora podrán opinar con optimismo, pero cuando uno se siente solo, solo le queda llorar...
esconderse de las cucarachas que me asustan por las noches, y las ratas que me quitan mi única comida diaria...
trataré de estar en silencio y pensar...pero lo único que se oye es a mis vicinos haciendo el amor...
que mundo de mierda...
a veces sé que solo soy un canalla, se que fracasé, tuve mis fallas, solo fuí un fiasco, una decepción para toda mi familia, simplemete una decepción para el mundo entero...
pero lo bueno de todo es que hoy es miercoles...
tendré que levantarme temprano para lavar mi ropa muy bién, voy hacer de desayuno una rica tortilla española.. cuanto me gusta, ah y también un juguito de naranja...
voy hacearme mas de lo normal, y mis zapatos bién limpios estarán...
miro por la ventana...
el sol empieza a nacer...
estos negros ojos que miran un cielo azul, tan bello como este día...
me recuesto nuevamente en mi cama, se escucha el cantar de los pajaros y nuevamente el aullar de mis vecinos je..., ese reloj va tan rapido como las camioneticas de mi barrio...
el parque esta cerca...
salgo a caminar, pienso...
ya estoy alto de mendigar y hacer todo lo correcto para los demas, y no lo correcto para mí, de inventar diario un libreto para contarle a mi familia, y actual sobre el como un maldito robot recargado...
e pasado casi todo el día aqui sentado, admirando como forman figuras las nubes, pero ya es hora de partir...
en el camino mi boca dos canciónes empiezan a tararear... una de jarabe de palo y otra de los  caramelo de cianuro...
la gente comienza a mirar, ya no deseo mas hablar, a mi regreso se comienza a nublar...
antes de llegar a casa el cielo empieza a gotear, la soledad invade mi espalda... abro la puerta, dejo la bolsa de pan que compré antes de sentarme en el parque, es hora de cambiarme para mis invitados de honor, ya tengo listo mi traje mis zapatos y la colonia que tanto le gustaba...
los platos los he acomodado de la mejor manera, al igual que los cubiertos y copas, las velas están en su lugar... todo es perfecto...
dejaré la puerta abierta...
abro esa bolsa con mucha emoción, saco una pequeña pistola... siento el frio metal en mis manos... se que esta me quitará todos y cada uno de mis defectos...
me siento en la sala a mirar televisión, son las 6 de la tarde y la cena está toda servida, solo espero llegue mi mamá, mi papá y mis hermanas, ellos son mis invitados de honor, lo que siento es que no les podré calentar nuevamente su cena, ahora...
solo tengo que jalar del gatillo para morir en paz...

solo les pido perdón por no ser el hombre inteligente y triunfador que ustedes quisieron... solo les fuí un fracaso...
en ocaciones creía burlarme de la muerte...
sabiendo que la muerte tiene buena memoria...
pero se que hoy me sonreirá de sobremanera.

Tu muerte o mi suicidio

¿Esta ella muerta?... si!, realmente esta muerta.. esta aqui...tendida, inerte, en el horrible ataúd de  caoba que aún me parecía ver con sus doradas molduras de antipático brillo... ¿qué me restaba en el mundo ya? ...¿hasta cuándo tengo que padecer?...
En ella cifraba yo mi luz, mi regocijo, mi ilusión, mi delicia toda..., y desaparecer así, tan de repente, arrebatada en la flor de su juventud y de su seductora belleza, era tanto como decirme con melodiosa voz, la voz mágica, la voz que vibraba en mi interior produciendo acordes divinos... Pues me amas, sígueme...

¡Seguirla! Sí!... era la única resolución digna de mi cariño, a la altura de mi dolor, y el remedio para el eterno abandono a que me condenaba la adorada criatura huyendo a lejanas regiones...
Seguirla, reunirme con ella, sorprenderla en la otra orilla del río fúnebre... y estrecharla delirante, exclamando...Aquí estoy.... ¿Creías que viviría sin ti? Mira cómo he sabido buscarte y encontrarte y evitar que de hoy más nada nos separe ni exista un poder alguno entre el cielo y la tierra...

Determinado a realizar mi propósito, quise verificarlo en aquel mismo aposento donde se deslizaron insensiblemente tantas horas de aventura, medidas por el suave ritmo de nuestros corazones... Al entrar olvidé la desgracia, y pareciá que ella, viva y sonriente, acudía como otras veces a mi encuentro, levantando la cortina para verme más pronto, y dejando irradiar en sus pupilas la bienvenida, y en sus mejillas el arrebol de la felicidad...

Allí estaba el amplio sofá donde nos sentábamos tan juntos como si fuese estrechísimo, allí la chimenea hacia cuya llama tendía los piececitos, y a la cual yo, envidioso, los disputaba abrigándolos con mis manos, donde cabían holgadamente, allí la butaca donde se aislaba, en los cortos instantes de enfado pueril que duplicaban el precio de las reconciliaciones...  Y allí, por último, como maravillosa resurrección del pasado, inmortalizando su adorable forma, ella, ella misma... es decir, su retrato, su gran retrato de cuerpo entero, obra maestra de su célebre artista, que la representaba recostada, vistiendo uno de mis trajes preferidos, la sencilla y airosa funda de blanca seda que la envolvía en una nube de espuma... Y era su actitud familiar, y eran sus ojos marrones claros y lumínicos que me fascinaban, y era su boca entreabierta, como para exclamar, entre halago y represión, el qué tarde vienes! de la impaciencia cariñosa... y eran sus brazos delgados , que se ceñían a mi cuello como la ola al tronco del náufrago, y era, en suma, el fidelísimo trasunto de los rasgos y colores, al través de los cuales me había cautivado un alma...

imagen encantadora que significaba para mí lo mejor de la existencia... Allí, ante todo cuanto me hablaba de ella y me recordaba nuestra unión...allí, al pie del querido retrato, arrodillándome en el sofá, debía yo apretar el gatillo de la pistola que lleva en su seno el remedio de todos los males y el pasaje para arribar al puerto donde ella me aguardaba... Así no se borraría de mis ojos ni un segundo su efigie...los cerraría mirándola, y volvería a abrirlos, viéndola no ya en pintura, sino en espíritu...

La tarde caía... y como deseaba contemplar a mi sabor el retrato, al apoyar en la sien el cañón de la pistola, encendí la lámpara y todas las bujías de los candelabros...  y al acercar al pábilo el fósforo, se me ocurrió que allí dentro estarían mis cartas, mi retrato, los recuerdos de nuestra dilatada e íntima historia... Un vivaz deseo de releer aquellas páginas me impulsó a abrir el mueble...

No vacilé ¿vacila el que va a morir? en descerrajar con violencia el primoroso mueblecillo... Saltó en astillas la cubierta y metí la mano febrilmente en los cajoncitos, revolviéndolos ansioso...
Sólo en uno había cartas.... Los demás los llenaban cintas, joyas, dijecillos... El paquete, envuelto en un trozo de rica seda brochada, lo tomé muy despacio, lo palpé como se palpa la cabeza del ser querido antes de depositar en ella un beso, y acercándome a la luz, me dispuse a leer... Era letra de ella... eran sus queridas cartas... Y mi corazón agradecía a la muerta el delicado refinamiento de haberlas guardado allí, como testimonio de su pasión, como codicilo en que me legaba su ternura...

Desaté, desdoblé, empecé a deletrear... Al pronto creía recordar las candentes frases, las apasionadas protestas y hasta las alusiones a detalles íntimos, de esos que sólo pueden conocer dos personas en el mundo... Sin embargo, a la segunda carilla un indefinible malestar, un terror vago, cruzaron por mi imaginación como cruza la bala por el aire antes de herir... Rechacé la idea... la maldije... pero volvió, volvió..., y volvió apoyada en los párrafos de la carilla tercera, donde ya hormigueaban rasgos y pormenores imposibles de referir a mi persona y a la historia de mi amor... A la cuarta carilla, ni sombra de duda pudo quedarme... la carta se había escrito a otro, y recordaba otros días, otras horas, otros sucesos, para mí desconocidos...
Repasé el resto del paquete... recorrí las cartas una por una, pues todavía la esperanza terca me convidaba a asirme de un clavo ardiendo... Quizá las demás cartas eran las mías, y sólo aquélla se había deslizado en el grupo, como aislado memento de una historia vieja y relegada al olvido... Pero al examinar los papeles, al descifrar, frotándome los ojos, un párrafo aquí y otro allá, hube de convencerme... ninguna de las epístolas que contenía el paquete había sido dirigida a mí... Las que yo recibí y restituí con religiosidad, probablemente se encontraban incorporadas a la ceniza de la chimenea.. y las que, como un tesoro, ella había conservado siempre, en el oculto rincón , en el aposento testigo de nuestra ventura..., señalaban, tan exactamente como la brújula señala al Norte, la dirección verdadera del corazón que yo juzgara orientado hacia el mío... ¡Más dolor, más infamia! De los terribles párrafos, de las páginas surcadas por rengloncitos de una letra que yo hubiese reconocido entre todas las del mundo, saqué en limpio que tal vez.... al mismo tiempo.... o muy poco ante... Y una voz irónica gritábame al oído... ¡Ahora sí.... ahora sí que debes suicidarte, desdichado!....
Lágrimas de rabia escaldaron mis pupilas... me coloqué, según había resuelto, frente al retrato... empuñé la pistola, alcé el cañón... y, apuntando fríamente, sin prisa, sin que me temblase el pulso.... con  dos tiros.... reventé los dos marrones y lumínicos ojos que me fascinaban.

JB